
Lo agrícola no era lo suyo, pero se entusiasmaron cuando surgió el boom del aceite de oliva nacional. Plantaron sus olivos en Treinta y Tres e instalaron la almazara en Maldonado, muy cerca de José Ignacio, sobre la ruta 9.
Así nació la marca O’33 de aceites Extra Virgen. En ese predio de 52 hectáreas, también plantaron más olivos, pero además intercalaron unas 8 hectáreas de vides, para formar un paisaje bien semejante a los de la bonita campiña de la Toscana.
Como lo estético también les importa y mucho, contrataron un experto para diseñar el paisaje y así llegaron las excavadoras para crear una laguna central.
La tierra extraída se utilizó para formar unas pequeñas lomas, que le proporcionaron al lugar una ondulación muy atractiva. Visto desde la carretera, este hermoso parque no parece una unidad de producción agrícola.
Amantes como son Marcelo Conserva y Natalia Welker del arte nacional, no dudaron en encomendar algunas grandes esculturas a artistas de la talla de Alejandro Atchugarry, Octavio Podestá y Ricardo Pascale, para instalarlas en los espacios abiertos y decorar el panorama.
Los mojones de granito gris que señalan cada parcela, están esculpidos y grabados con el nombre de la variedad correspondiente. Un detalle muy original que sorprende al visitante y que lleva la firma de Giorgio Carlevaro, otro eximio artista nacional.
Todo este desarrollo llevó sus años y las primeras uvas del viñedo se procesaron en una bodega cercana para elaborar un excelente Pinot Noir Rosé y un destacable Albariño. Finalmente en 2017 comenzó el diseño y la posterior construcción de la propia.
Es obvio que arrancando de cero, edificar una bodega nueva no es nada fácil y un asesoramiento de primer nivel se tornaba imprescindible. Hans Vinding Dier, un winemaker sudafricano fue elegido como consultor. Nacido en un establecimiento rural cerca de Stellenbosch, una de las principales zonas vinícolas de Sudáfrica, recorrió el mundo como enólogo, trabajando en Europa, Oceanía y Sudamérica. Finalmente decidió asentarse y eligió Neuquén en plena Patagonia, para fundar su propia bodega y crear sus vinos de autor. Junto al arquitecto Marcelo Daglio, fueron modelando el proyecto, sumando practicidad y estética.
Como era previsible, el edificio no se parece a ninguna otra bodega de nuestro país. También aquí hubo de excavar, para ubicar en profundidad la cava de barricas, por debajo de los tanques de fermentación. Arriba y a nivel del suelo la recepción y clasificación de racimos y uvas.
Daglio diseñó una estructura troncocónica, revestida de planchuelas de hierro oxidadas, que se solapan entre sí, para dar una sensación de escamas de pescado. Ubicada en un alto del predio, emerge como una torre bien visible que de aquí en más, no dudamos será el ícono o emblema de la nueva Bodega Oceánica José Ignacio.