A Moverse

La sociedad actual nos ofrece muchas opciones para realizar ejercicio físico si nos lo proponemos. Por otro lado, aunque el ejercicio es una costumbre muy positiva para nuestro día a día, no es determinante del bienestar. Es necesario constituir un conjunto de hábitos saludables que promuevan nuestra mayor y mejor calidad de vida.
No es coincidencia que busquemos de manera voluntaria un espacio para realizar actividades que nos permitan liberar tensión. Exponernos al sol durante 20 minutos o realizar ejercicio físico contribuye a la producción de endorfinas, neurotransmisores que se encargan de hacernos sentir bienestar y felicidad, entre otras funciones.
Muchas veces pensamos en la práctica de ejercicio físico como determinante del bienestar.
La actividad física es necesaria, pero no suficiente para el bienestar.
El bienestar es un concepto amplio, pero también preciso. El bienestar más allá de comprender unas conductas promotoras de salud, depende además de la calidad de vida y de las condiciones de salud.
Además, el afecto también es un elemento clave en nuestro bienestar.
Para la psicología, la afectividad tiene que ver con la sensibilidad frente a distintas alteraciones del mundo real o simbólico. Teniendo en cuenta esto, es posible disminuir el afecto negativo e incrementar el positivo mediante técnicas de regulación emocional. En dicho sentido, el papel del ejercicio físico en el bienestar es doble, ya que influye de forma positiva en el sistema afectivo.
Las variables como la afectividad, las condiciones de salud y la influencia de la calidad de vida son mediadores del bienestar. Así, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte la necesidad de monitorizar los niveles poblacionales de actividad física, usando un protocolo estandardizado, como parte importante y necesaria a una respuesta de salud pública a preocupaciones actuales relacionadas con la falta de actividad física en muchas poblaciones.
Por eso mismo es importante tener presente que la inactividad física, es un factor de riesgo en nuestra salud. Sin ir más lejos, pensemos en el riesgo que implica dicha inactividad física en las enfermedades crónicas.
Su impacto se ha estudiado en enfermedades cardiovasculares, los accidentes cerebrovasculares, la diabetes tipo 2, el cáncer de colon y el cáncer de mama. También se asocian con otras condiciones importantes de salud que incluyen la salud mental, las lesiones, las caídas y la obesidad.
Hoy en día contamos con muchas herramientas que nos permiten incrementar o controlar la actividad física. En muchos casos, la ausencia de ejercicio físico no se debe a la falta de tiempo, sino a una falta de planificación.
El ejercicio físico contribuye a mejorar nuestro bienestar. Sin embargo, hay otros factores que median el bienestar como la calidad de vida, la afectividad y la salud. Realizar ejercicio físico al menos 45 minutos diarios, disponer de una calidad de vida positiva y tener una buena afectividad, constituyen unos recursos naturalmente valiosos que influyen en el sentirnos bien.