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FKA twigs: fragilidad y creación

De la serie “Esta música la estoy tocando mañana

Una chica llamada “ramitas”
Thalia Debrett Barnett, una inglesita nacida en 1988, decidió a los 17 años estudiar a fondo para dedicarse  profesionalmente a la danza en particular y a la música en general. Como ocurriera con otras chicas como ella (nuestra conocida Grimes y la recién arribada Billie Eilish) el camino se torció, el cuerpo no resistió, pero el espíritu salió muchísimo más fortalecido de lo que se podía esperar. Cuando se habla del empoderamiento de nuestras chicas deberíamos recordar estos casos… a Thalia le tomaban el pelo diciéndole “ramitas” porque así era como sonaban los huesos de sus manos cuando ella hacía los estiramientos para comenzar las prácticas de danza.

Un día decidió combinar lo aprendido y practicado con aquello que también le salía bien: la composición musical. Y del desánimo aparente (y el fracaso algo evidente) nació este portento de mujer joven, arrasadora, extraña (exótica dirían los cánones occidentales y delicadamente racistas). Adoptó un nombre extraño para acompañar su nueva figura artística: FKA twigs quiere decir algo así como “la que antes conocían como ramitas” (Formerly Know As ‘twigs’). Su presencia en la música de “clase mundial” empieza a detectarse en coreografías y videos de músicos pop como Kylie Minogue, Ed Sheeran y Jessie J. (videoclips de “Do It Like a Dude” y “Price Tag”) hacia principios de la década de los 2010s. Juntó esfuerzos con ganas, fortaleció las partes débiles, dejó que la inspiración hiciera su trabajo y se tiró a la piscina. Era el año 2012 y ya tenía 24 años. Lo que siguió fue igual de brillante que doloroso pero, gracias a este periplo, el mundo agregó una nueva ruta al mapa que nos lleva a la creación.

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¿Qué es eso que está sonando?
Si hay algo que a FKA twigs la caracteriza es el sonido de objetos en movimiento, algo así como la oscilación de piezas frágiles que pasan de un estado quieto a un movimiento frenético, oscilando o girando; y viceversa, escuchamos como esos giros van deteniéndose hasta “apagarse”. Así empiezan muchos de los primeros temas que nuestra querida “ramitas” publicó en formato Extended Play hasta que acumuló la cantidad suficiente para compilarlos en un Long Play. Y así, sin complicaciones, fue como llamó a esas recopilaciones: “EP1”, “EP2” y “LP1”. Su primer éxito, “Water me”, que resultó ser su primer canción publicada, reúne todo lo que FKA twigs podía dispararnos: un comienzo distinto, el ritmo frenético de un dispositivo mecánico que se va apagando y que deja aparecer una voz que cantará desde la tristeza… y si faltaba algo para completar el panorama, uno de los videoclips más extraños que podemos encontrar en la última década. Eso es FKA twigs en la primera mitad de los 2010s.

El álbum LP1 del 2014 fue adorado por la crítica. Las puestas en escena de sus conciertos eran igual de extrañas y atrapantes. Danzaba y ponía en juego toda su experticia como bailarina:  hip-hop, danza con sables, el estilo vogue que hiciera famoso Madonna hacia fines de los 90s… y la capacidad de cantar mientras hacía todo eso, cantar desde el dolor en su voz, … y sobre todo, su creatividad en la composición, esa sensación de no saber qué es lo que está produciendo esos sonidos, esos ritmos, esas melodías. Y todo integrado en una armonía sobrecogedora. Un “comienzo” genial por todo lo alto.

Hasta que en 2016 el dispositivo oscilante e hipnótico empieza a detenerse y la vida se vuelve compleja. La fama se vuelve algo asfixiante y hasta el amor con Robert Pattinson comienza esperanzador para volverse realmente doloroso en poco tiempo.  Poco ha salido a luz sobre esta época salvo algunos comentarios de la propia artista y de su círculo. Hubo una ruptura afectiva pero algo más debía haber sucedido para producir ese “bache” en una carrera que iba en ascenso. Y hasta su segundo álbum, “MAGDALENE”, publicado recién en 2019, no nos pudimos enterar sobre lo ocurrido.

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La creación “vive” en el cuerpo de la mujer
En 2019 habían pasado 5 años desde el LP1 de 2014. Había ocurrido el affair con Pattinson, cierto, pero lo que finalmente la propia Thalia develó fue que en esos años ella se enfrentó al cáncer, uno de esos que ataca a la mujer en su propia esencia: cinco fibromas en el útero. El asunto con Robert y los cinco fibromas no podían haberla dejado intacta y desde las cicatrices su obra, su creación, reapareció. Pero esta vez con un rumbo bien definido: en la piel del personaje bíblico que da título al disco. Lo hace para hablar, no de religión, sino de cómo se siente ser mujer, ser “exótica”, ser juzgada por prensa y público, sentir la sexualidad como un torbellino de placer, dolor, vida y muerte. En definitiva, crear “desde” el cuerpo, sin ocultamientos, con los miedos, las ansiedades y los sentidos en plenitud. Como lo que habría vivido la famosa prostituta, la que fue amada por el mismísimo “hijo de Dios”.

Al significado conceptual del disco, FKA twigs le agrega la imaginación en su interpretación vocal. Juegos vocales de alcance universal que recuerdan las últimas innovaciones de Björk (particularmente el “Medúlla”), la calidez de un estilo étnico-vanguardista, a lo Enya, y las voces aniñadas en “fallen alien”. Maravilloso. Pero volviendo a la Tierra, encontramos también el clásico fraseo Rythm & Blues o el arrastre vocal, la voz cascada y dolida por lágrimas y alcohol, a lo Beth Gibbons de Portishead.

Y qué decir de la producción: colaboraciones de Oneohtrix Point Never y Nicolás Jaar, para obtener niveles similares a los que la maestra Kate Bush les había indicado a todas las “niñas de bien” de la creación musical del futuro. Como Kate estableciera, la idea es desarrollar un disco con un hilo conductor que lo transforme en un trabajo compacto, contundente, pasional y disfrutable a la vez.  Y magia, esa que encontramos n algunos momentos de este ‘MAGDALENE’: comienzos bailables conviviendo con desenlaces dramáticos orquestados a lo jazz,  melodías que recuerdan bandas de sonido de películas de misterio. Desesperación y cerebro a partes iguales, armonizadas como sólo Thalia, nuestra “ramitas”, sabe hacer.

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